En estos días donde las alusiones a los debates económicos sobre la crisis se suceden, los ciudadanos seguimos expectantes ante estos encuentros de los Grandes, los que dirigen el país.
Expectantes a la posibilidad de resolución de una crisis que sufrimos desde hace demasiado tiempo, la crisis económica y la de la credibilidad.
Pasado todo este tiempo, los ciudadanos ya hemos conseguido habituarnos, aunque esperando el final con ansiedad, a la lucha diaria por mantener nuestra economía lo más a salvo posible, algunos incluso luchando por poder tener algo a lo que llamar economía doméstica.
Pero, aún así, a los que tenemos la suerte de sufrir esta crisis económica bajo el techo de nuestro hogares hay algo que nos produce más repugnancia si cabe y, esto es, la riña de colegio que tiene lugar estos días en el Congreso.
Los dos líderes salen al recreo, donde los demás niños miran, se tiran arena a los ojos, se arañan, se tiran del pelo, pero cuando la pelea parece terminar y vuelve todo a la normalidad nada ha cambiado. El país sigue igual, sin soluciones y luchando cada uno por su lado, sin líder en el que apoyarnos, y tan sólo, con dos críos mimados echándose un pulso a ver quién dice la mayor estupidez.
Moción de censura, pactos, irresponsabilidad, crisis, falta de liderazgo… y los días siguen pasando. ¿De verdad es esto la Democracia? Para algunos blogueros ,que he tenido la oportunidad de leer hoy, debería decir, Democracia a la española.
Alguien debería ser sincero y debería salir al salón de actos donde aguardan los demás niños y contar la verdad de quienes gobiernan. Y no me refiero a las marionetas que votamos cada 4 años, que sean del color que sean sucumben ante el poder y la deuda de favores que contraen para llegar allí donde consiguen llegar. Hablo de las poderosas industrias que juegan a las casitas con un país que sigue esperando órdenes para actuar, a sabiendas que es más sencillo obedecer que pensar.
La industria armamentística que tanto criticamos por tener misteriosos intereses con Estados Unidos; la industria del tabaco, que presumiblemente mantiene relaciones estrechas con el gobierno, y no precisamente porque el presidente fume; la industria farmacéutica, aquella gran perjudicada por la creciente pérdida de licencias y la numerosa venta de genéricos; y así podríamos continuar enumerando todas aquellas agrupaciones que, a la vista de todos y sin ningún tipo de reparos, planean gobernar el mundo.
Y aunque esto se parezca más a un cómic de catástrofes mundiales y supervillanos, al más puro estilo hollywoodiense, tan sólo es una oportunidad para percatarnos de la debilidad del sistema que hemos creado. El capitalismo que ha conseguido absorbernos como sociedad tiene sus partes buenas y su parte odiosa, aquella que no nos preocupamos en controlar porque estamos demasiado ocupados disfrutando de nuestras comodidades, el excesivo poder de la industria.
El dinero es poder, y cuando una empresa multinacional maneja unas cifras superiores a las del Producto Nacional Bruto de un país ese poder se vuelve peligrosamente influyente.
Hoy la teoría conspirativa no viene de modo gratuito, sino que me he tomado la libertad de acusar deliberadamente al conjunto de las industrias de este tejemaneje con los intereses de nuestro gobierno porque los medios de comunicación por fin se han hecho eco de eso que muchos llevaban denunciando hacía ya demasiado tiempo. Hoy mi titular es: La farsa de la gripe A ha llegado.
Y aunque esta información está ya desfasada, pues salió hace más de un mes, y para nosotros lo que cumple más de un día ya es información desactualizada la pongo aquí porque debía hablar de ello. Era una necesidad personal.
Pues bien, lo que decía, que a día de hoy estamos todos infectados, pero de estupidez. España se encuentra igual que en abril del año pasado, cuando se confirmó el primer caso de gripe A, pero con 266 millones de euros menos en sus arcas. Eso sí, ahora tenemos 37 millones de dosis de vacunas para jugar a los médicos.
Quizás lo más acertado hubiera sido utilizar ese dinero para invertir en educación y clases de integridad para nuestros políticos, que falta nos hace. O quizás deberíamos haberlo guardado en una hucha para utilizarlo cuando de verdad sea necesario.
Expectantes a la posibilidad de resolución de una crisis que sufrimos desde hace demasiado tiempo, la crisis económica y la de la credibilidad.
Pasado todo este tiempo, los ciudadanos ya hemos conseguido habituarnos, aunque esperando el final con ansiedad, a la lucha diaria por mantener nuestra economía lo más a salvo posible, algunos incluso luchando por poder tener algo a lo que llamar economía doméstica.
Pero, aún así, a los que tenemos la suerte de sufrir esta crisis económica bajo el techo de nuestro hogares hay algo que nos produce más repugnancia si cabe y, esto es, la riña de colegio que tiene lugar estos días en el Congreso.
Los dos líderes salen al recreo, donde los demás niños miran, se tiran arena a los ojos, se arañan, se tiran del pelo, pero cuando la pelea parece terminar y vuelve todo a la normalidad nada ha cambiado. El país sigue igual, sin soluciones y luchando cada uno por su lado, sin líder en el que apoyarnos, y tan sólo, con dos críos mimados echándose un pulso a ver quién dice la mayor estupidez.
Moción de censura, pactos, irresponsabilidad, crisis, falta de liderazgo… y los días siguen pasando. ¿De verdad es esto la Democracia? Para algunos blogueros ,que he tenido la oportunidad de leer hoy, debería decir, Democracia a la española.
Alguien debería ser sincero y debería salir al salón de actos donde aguardan los demás niños y contar la verdad de quienes gobiernan. Y no me refiero a las marionetas que votamos cada 4 años, que sean del color que sean sucumben ante el poder y la deuda de favores que contraen para llegar allí donde consiguen llegar. Hablo de las poderosas industrias que juegan a las casitas con un país que sigue esperando órdenes para actuar, a sabiendas que es más sencillo obedecer que pensar.
La industria armamentística que tanto criticamos por tener misteriosos intereses con Estados Unidos; la industria del tabaco, que presumiblemente mantiene relaciones estrechas con el gobierno, y no precisamente porque el presidente fume; la industria farmacéutica, aquella gran perjudicada por la creciente pérdida de licencias y la numerosa venta de genéricos; y así podríamos continuar enumerando todas aquellas agrupaciones que, a la vista de todos y sin ningún tipo de reparos, planean gobernar el mundo.
Y aunque esto se parezca más a un cómic de catástrofes mundiales y supervillanos, al más puro estilo hollywoodiense, tan sólo es una oportunidad para percatarnos de la debilidad del sistema que hemos creado. El capitalismo que ha conseguido absorbernos como sociedad tiene sus partes buenas y su parte odiosa, aquella que no nos preocupamos en controlar porque estamos demasiado ocupados disfrutando de nuestras comodidades, el excesivo poder de la industria.
El dinero es poder, y cuando una empresa multinacional maneja unas cifras superiores a las del Producto Nacional Bruto de un país ese poder se vuelve peligrosamente influyente.
Hoy la teoría conspirativa no viene de modo gratuito, sino que me he tomado la libertad de acusar deliberadamente al conjunto de las industrias de este tejemaneje con los intereses de nuestro gobierno porque los medios de comunicación por fin se han hecho eco de eso que muchos llevaban denunciando hacía ya demasiado tiempo. Hoy mi titular es: La farsa de la gripe A ha llegado.
Y aunque esta información está ya desfasada, pues salió hace más de un mes, y para nosotros lo que cumple más de un día ya es información desactualizada la pongo aquí porque debía hablar de ello. Era una necesidad personal.
Pues bien, lo que decía, que a día de hoy estamos todos infectados, pero de estupidez. España se encuentra igual que en abril del año pasado, cuando se confirmó el primer caso de gripe A, pero con 266 millones de euros menos en sus arcas. Eso sí, ahora tenemos 37 millones de dosis de vacunas para jugar a los médicos.
Quizás lo más acertado hubiera sido utilizar ese dinero para invertir en educación y clases de integridad para nuestros políticos, que falta nos hace. O quizás deberíamos haberlo guardado en una hucha para utilizarlo cuando de verdad sea necesario.
Mar Amador Caravantes
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